martes, 27 de octubre de 2009

Ser profesor en el Perú.

Si alguien eligió ser docente en el Perú, debió haber sido cuando Dios estuvo enfermo.
Ser profesor en el Perú es toda una odisea. Ya que, en esta profesión no tan modesta se encierran un sinnúmero de perspectivas, motivaciones, frustraciones. En suma un consomé de situaciones encontradas, para muestra muchos botones.

Odisea 1. En el Perú, no se le reconoce el genuino papel que el maestro posee frente a la sociedad. Dicho papel, si bien se le encamina, puede ser fundamental para el destino de muchas generaciones. Ya que, en manos de este hombre, si es que el término cabe, yacen la formación de la personalidad, el bagaje cultura y desarrollo profesional y por ende de la riqueza cultural nuestra sociedad. Pese a ello, los maestros del Perú poseen un rótulo en la frente: paria.

Odisea 2. El concepto que poseen muchos agentes de la sociedad acerca del maestro, profesor, mediador o lo que sea, es para llorar:
Para los políticos los docentes son un excelente tonto útil para sumir a la sociedad ignara en la pobreza cultural; para los que están asentados en el poder, son un grupo de subordinados a quiénes hay que ajustar la correa o sino corren el riesgo que se les amotinen; para los padres, niñeras a quiénes se les paga para que hagan lo que ellos no pueden hacer y para los alumnos, enemigos a quiénes hay que sonreír pues no nos caería mal un once para aprobar.

Odisea 3. El sueldo del maestro peruano en vez de llorar da risa. En principio, si consideramos que el maestro es el modelador de los futuros líderes y ciudadanos democráticos debería ser reconocido con la misma proporcionalidad de esta trascendencia. Sin embargo, el sueldo del maestro no dista mucho de un sueldo mínimo.
1º Se le pide preparar su clase. Mínimo tres horas por cada sesión.
2º Se le exige presentar la documentación religiosa. Plan Anual, Unidades de Aprendizaje, Sesiones de clase y otros.
3º Tienen que asistir a reuniones de plana.
4º Y para variar, llevan trabajo para casa (exámenes, prácticas, trabajos escritos, etc.)

Celebramos la vocación ultranza de muchos colegas, pese a los sinsabores de la profesión labran el futuro de muchas generaciones, trabajan indesmayablemente como si recibiese lauros y sueldos a tono con su labor.